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El futuro será sostenible o no será

23/02/2024

Artículo de la Profesora de la Facultad de Óptica y Optometría, Lluïsa Quevedo, publicado en el Diari de Terrassa

"Esta frase tan contundente no es mía, pero si a fuerza de repetirla me atribuyeran la autoría, lo sería. Me gusta el mensaje porque, lejos de la primera impresión, que tal vez suene 'apocalíptica', me parece reflexiva, optimista y comprometida con la idea de la sostenibilidad."

Quisiera creer que ya no queda espacio para las personas, empresas, entidades y gobiernos que no trabajan para satisfacer las necesidades actuales sin arriesgar la vida de las generaciones futuras.

Tengo la suerte de moverme en entornos que buscan la forma de aportar su grano de arena en pro de este objetivo. La Universitat Politècnica de Catalunya (UPC), proponiendo iniciativas diversas como 'Sense plàstic és fantàstic' o 'Reduïm un 25% el consum d’aigua' desde UPC Sostenible. La Facultat d’Òptica i Optometria de Terrassa suscribe plenamente los mandatos y añade otras acciones más específicas de nuestro ámbito laboral, como las tareas que nuestros alumnos realizan desde 1999 en el Centre de Reciclatge d’Ulleres (CRU), un espacio cedido a la ONG Òptics pel Món por el Ayuntamiento de Terrassa.

En el CRU se lleva a cabo el reciclaje, la clasificación y el almacenamiento de todo el material óptico (monturas, cristales, gafas de sol) e instrumentos optométricos que entregan particulares o empresas del sector óptico. Estas gafas nuevas o usadas, siempre en perfecto estado, son útiles para proyectos de cooperación internacional y para intervenciones sociales en Cataluña. Un buen ejemplo de reutilización, alargando la vida del producto.

Recientemente, de la mano del Col·legi d’Òptics i Optometristes de Catalunya, la Facultat d’Òptica i Optometria de Terrassa y Òptics pel Món iniciaron una campaña llamada 'Els peixos no necessiten lentilles' para concienciar a los usuarios de lentes de contacto sobre la importancia de una correcta eliminación (en la basura, ¡nunca en plástico!), ya que varios estudios han constatado que un 20% de la población las arroja por el váter o el desagüe, y terminan convirtiéndose en microplásticos que degradan la ya maltrecha fauna marina. Tanto si eres usuario de lentes de contacto como si no, puedes convertirte en altavoz de esta iniciativa tan sencilla, explicando dónde deben desecharse (¡mientras no popularizamos las biodegradables o se nos ocurre algún buen proyecto de economía circular!).

A nivel más personal, finalmente me he alineado con la visión vanguardista de mi padre (¡besos al cielo!), que durante toda mi infancia 'picó piedra' sin ningún retorno inmediato, para que no malgastara agua, o utilizara el reverso de las cartas del banco para hacer las redacciones en la parte posterior y no tener que 'cortar árboles'. Me ha costado ser plenamente consciente y abrazar la certeza de que hay que actuar con más determinación que nunca, y que no vale decir que la culpa y responsabilidad recae en las industrias y los gobiernos. Debo reconocer que confío mucho más en la capacidad transformadora de las personas que en la de las instituciones (afortunadamente, con muchas honrosas excepciones!), pero el mundo necesita gente comprometida con el medio ambiente, sin fisuras.

Como en la fábula del colibrí, que para luchar contra un gran incendio que estaba destruyendo su bosque iba y venía del río para recoger y verter agua sobre las llamas con su pequeño pico, y que cuando fue interpelado por los otros animales, paralizados ante el espectáculo dantesco, contestó que 'hacía su parte', me permito la osadía (¡la causa lo justifica!) de pedir a la sociedad que hagamos nuestra parte tan bien como podamos, porque los recursos del planeta no son infinitos (aunque el consumismo salvaje nos haya vendido que sí!), porque estamos en emergencia por grave sequía (ahorremos y reaprovechemos el agua de la ducha o de la cocina!), porque es necesario reducir la huella de CO2 (tomemos más el tren y la bicicleta y no tendremos problemas para aparcar!) y el uso de plásticos de un solo uso (ya son 5 las colosales islas de plástico en los océanos), y, en definitiva, porque no podemos permitir que nuestros excesos los acaben pagando nuestros hijos y nuestros nietos…

Leed AQUÍ el artículo en el Diari de Terrassa